El relato como camino.
En el inicio habitamos en el lenguaje de otros, de aquellos que nos nombran.
Alojamiento inicial.
Rasgos previos, tiempo de llegar y un mundo por construir.
Del gesto a la palabra, cuerpo hecho piel y carencia.
Mirada que aloja, o que falta.
Brazos que cobijan o se ausentan. Las palabras siguen haciendo la suma de un hilado que
nos rodea.
En imágenes, con mordiscos y siendo parte de un deambular que intenta asir, reptar,
sacudir y chupar. En ese universo emergen los primeros relatos, las frases que hablan
sobre la cotideaneidad como continuo, experiencia de una melodía en tonos diversos.
El ojo ubica, la mano intenta, las piernas accionan. En pasos cada vez más seguros el
mundo se re descubre en posición erguida.
Paso a paso, los movimientos se van organizando y diferenciando. De la acción indefinida a
la definida.
En la integración del factor madurativo y el del aprendizaje.
En los primeros años, los actos de los niños, no diferencian entre el pensamiento y la
acción. Son espontáneos en sus movimientos, con baja inhibición y auto regulación.
Progresivamente se va dando la acomodación, en la historia de cada uno y al ritmo de su
plasticidad para adquirir la noción de elección de la acción voluntaria.
En ese marco, donde la inestabilidad es natural, con cambios constantes y baja tolerancia al
esfuerzo y al mantenimiento de la atención, transcurre la hoja de ruta en cada propuesta de
vida.
Hoy les propongo que nos detengamos allí. Visualicemos un momento, entre movimientos y
palabras.
La propuesta serán los cuentos.
Descubrir, experimentar y leer.
En imágenes, texturas y sabores?
Entre todos, en el marco sonoro de las frases que ordenan desde fuera, lo que está
creciendo dentro.
Hábitos que nacen del hilado de la repetición, la acción anticipada y la motivación de cada
logro que suma en el tiempo un objetivo.
Al elegir un cuento estamos nombrando el inicio de un recorrido.
El punto de partida se inicia en cada comienzo.
Los pequeños gustan de reiniciar y rever, volver sobre las imágenes. En ese intercambio
que se viste de gestos, sonidos y recorrido en cada página.
Habitar el espacio del cuento, implica dibujar una historia paralela.
En ella, los pequeños amplían su mundo e intereses a partir del disparador inicial, el relato
elegido.
Si, además, lo invitamos a ser protagonista activo, en el lienzo de la creación, se va
generando el hábito de una secuencia.
De la palabra a la frase, de las partes al todo.
Hablar e ilustrar es el inicio de la lectura.
Dar cuenta de un relato el camino en el proceso de simbolización.
Acompañar en el complejo arte de elegir, de organizar y sostener- se, se alimenta de
múltiples espacios expresivos.
La lectura es uno de ellos, privilegiado.
Somos protagonistas, es entre todos qué podemos hacer crecer espacios de pausa y de
diálogo.
De juego y de silencio.
Así estaremos velando por las condiciones que requiere el pensamiento y el equilibrio de
nuestros niños.
¡Adelante!
Carla A. Bianco.
Lic. en Psicología.