Pero me cuesta esperar/ Y cuando toca decantar/ Lentamente lo que siento/ Yo me
impaciento/ Luego vuelvo a intentar”
El equilibrio en cada uno de nosotros, niños y adultos, es un proceso dinámico.
Lejos de nuestra humanidad está la perfección.
Estamos hechos de paciencia, perseverancia y continuo aprendizaje.
La realidad es lenta, requiere de ajustes, persistencia y acuerdos.
¡Cuidado!
Nos rodean expectativas y modelos de época, que a todos nos llega y nos afecta.
Donde la sobrecarga de estímulos, en las diversas áreas de nuestra vida cotidiana, la
podemos confundir con motivación.
Vamos apurados, detrás de la exigencia de “ no quedar fuera”, de “no ser lentos”.
Bajo la presión de competir, de llegar. ¿a qué objetivo? ¿A los nuestros o a los que se
naturalizan como prioridades?
Sin el reconocimiento y el cuidado a la singularidad de cada uno de nosotros.
Situación de presión anímica que afecta a los adultos en general y a los niños en particular.
Cuando nuestro mundo interno llega a su punto de saturación, se desborda, en el intento de
descomprimir.
Así notamos síntomas corporales, emocionales como cognitivos.
Tanto en dolencias eventuales, como persistentes.
Las metas, los planes, son el proyecto vivo en el que invertimos nuestro tiempo, nuestro
máximo potencial.
No por apurado se llega antes, el riesgo es desperdiciar la energía vital. La de nuestra vida,
la del texto en que imprimimos nuestra marca en cada paso, con cada decisión.
“Nada es más simple/ No hay otra norma/ Nada se pierde/ Todo se transforma”.
En nuestra imaginación todo es posible, en la realidad no es igual.
Ella requiere de nuestra paciente siembra, de la flexibilidad para ir adaptando el plan de ruta
a las circunstancias. Valoremos nuestros pasos, a cada uno de ellos.
Cuando nuestra atención la volcamos en un modo de pensar y de invertir nuestra energía
en el futuro se produce el desorden interno, la alteración y el desequilibrio. pensar en
exceso en el futuro, nos agobia. Así como estar pendiente en revisar el pasado, nos
bloquea.
El camino se abre bajo nuestros pies.
Una cosa es ser prudente y ordenado, otra es perder de vista el suelo que pisamos
intentando un vuelo más alto y más rápido del que podemos manejar.
Ni el placer sin limite, ni la renuncia represiva.
La reflexión activa, el diálogo como camino. Que en el caso de los niños tiene como
permanente mediador el juego, los relatos, la actividad como mediadora y reguladora del
ritmo de asimilación e integración de lo que representa escuchar, analizar y responder.
Estamos implicados en el texto cotidiano de nuestra vida.
Reconocer las emociones o tener metas claras es un paso muy importante, el siguiente es
trabajar sobre nuestro modo de gestionar nuestras respuestas.
Es el acto creativo permanente, es el ámbito más delicado de nuestro mundo anímico.
La espera sin desesperar, una experiencia que todos conocemos.
Delicado y sensible, así somos los humanos. Tenaces y por momentos nuestros propios
opositores.
“Somos una especie en viaje/ No tenemos pertenencias, sino equipaje./ Vamos con el polen
en el viento/ Estamos vivos porque estamos en movimiento».