“En el ala del nombre cada cosa/trae el olor de una sustancia pura”. (1)
Recuerdo el primer texto que me emociono, como si fuera hoy.
Adolescente, compleja y en sombras.
Aquel primer libro, fue una especie de amanecer.
Luz en medio de días muy monótonos, vacíos.
Le dio sentido a las dos semanas de vacaciones de invierno, y marcó una ruta nueva, de la que no me aparte más.
El relato era doloroso, de ausencias, pérdidas y abandonos.
No podía dejar el libro, me adherí a sus letras, a eso de asomarme a otras vidas, a otras batallas…
Pero también otros triunfos.
Me recorría una savia nueva, y fue, a partir de ese instante, hábito de salvación y de consuelo.
Recibí siempre algo diferente a lo que esperaba, pero de lo que esperaba,también recibí algo.
Fui encontrando otra forma de pedir y de recibir.
Fue en el camino entre hablar y leer.
En esos mundos amplios, me extendí, en más de una ocasión me sentí ancha. Cómo si volara, en sueños, en dramas y en festejos.
En el cruce de muchas de las frases que vengo leyendo, y releyendo… me encuentro como despejada de niebla y ceniza, cómo ágil y brotada.
Como flor en primavera.
Es tanto mundo, vida y saber brindado generosamente, sin condiciones.
Dispuestos los libros, es vértigo y tentación imaginarlos, tomarlos.
En los altos y en los bajos, es con tantas de las palabras leídas, que vengo hilando vida!
Es tanto!
“Tienes que pronunciar los nombres/de las cosas sintiendo su profunda/realidad de materia y su invisible/condensación de vida.”(1)
..”las primeras palabras de una carta o de un libro son tan fundadoras como los primeros ladrillos de una casa o de un templo.”(2)
(1)-Los nombres de las cosas.
Leopoldo de Luis.
(2)-Espejos.
Eduardo Galeano.