Estamos en el inicio del año lectivo. Poco a poco todos vamos reiniciando actividades que en el verano, tiempo de descanso, especialmente para niños y jóvenes, se va cerrando.

Despedir ese tiempo tiene un costo singular e implica un proceso de adaptación, de cierre y de apertura.

Cada experiencia vivida nos permite integrar el ciclo completo: el inicio, el transcurso y el cierre. La finitud de los procesos, así como el paso de las etapas y las estaciones, nos enfrenta a una de las variables más complejas de nuestra condición humana: el tiempo. En cada paso, vamos integrándolo en nuestra existencia.

Para los niños, el apoyo afectuoso y la firmeza de los padres son fundamentales para transitar hacia nuevos espacios, como el regreso a la escuela, un importante proceso de socialización. Este encuentro con lo conocido y el desafío de lo nuevo sitúa a los niños y a los padres en una oportunidad de crecimiento.

La autonomía, como un proceso personal, se presenta como una aventura llena de altibajos. La comprensión flexible, los ajustes progresivos y el diálogo constante son el camino a seguir, construido paso a paso.

Las primeras semanas se caracterizan por la llegada, el reconocimiento y el ajuste. Es esencial buscar formas de facilitar este periodo dinámico, que demanda organización y renuncia. Por ello, la familia se ve movilizada y el humor puede fluctuar entre la irritabilidad y la exigencia.

Cuidemos los espacios propios, acompañar a crecer es una tarea de alta demanda afectiva. De modo que cada adulto, en su singularidad, requiere su tiempo personal para descomprimir, distraerse y socializar.

Cuidemos entre todos el equilibrio, sumando y creando opciones!