Se nota, se siente. Es el último mes de un año, de un ciclo.
Es natural que nos detengamos a pensar, a revisar lo que hemos vivido, creado, aprendido
y despedido.
Es una actitud natural como humanos, la de reflexionar sobre nuestra vida.
La diferencia está en nuestro modo, en nuestro ritmo, en la forma en que lo hacemos.
La cual es también transformable, la flexibilidad de crear es la acción de dejarse llevar, sin
adelantarnos ni apurarnos, sin perder el ritmo, sin presionar el paso.
Recordemos que la presión genera resistencia, inhibición molestia y amenaza de desborde.
No es conveniente, intentemos gestionar nuestro capital mayor, nuestra energía en relación
a nuestro tiempo.
Valiosos elementos, sustancia de nuestra vida.
Tal vez esa sea la mejor pregunta que nos podemos formular:
¿Cómo estoy gestionando el capital de mi tiempo, de mi energía?
¿Cuánto trabajo estoy haciendo para lograr acercarme a mis objetivos?
Se llega más lejos por persistencia en el trabajo necesario. Cuanto más tiempo persistimos,
más lejos llegamos.
O sea: ¿cuánto inviertes en la idea? ¿Cómo te sostienes en el movimiento?
Somos movimiento, pero aun así si nuestro mundo interno permanece inmovil no
avanzamos, se rigidiza nuestro potencial, nos repetimos, nos estancamos.
El tiempo sigue marcando su ritmo inalterable en el reloj.
El mayor desafío que nos podemos plantear es habitarlo, es usarlo, es iniciar los procesos
que nos pueden llevar a otros resultados.
Defendamos la alegría de lo posible, de cada día que es el presente, para crear y
transformar.
La aventura es zarpar cada segundo, volver a ser, volver a andar.
Tolerar nuestras marcas, no padecerlas.
Estamos latiendo, respirando, honremos la vida.
¡Adelante!