Las palabras salieron a jugar.

Fue una tarde de otoño lluviosa, se colaron una a una,

salieron de los libros,

despacito, sin hacer ruido fueron en fila hacia el jardín.

Pasaron por debajo de la puerta,

las más largas empujaron a las pequeñas,

las más altas le dieron la mano a las más bajas,

las que no pudieron salir por la puerta…

lo hicieron por la ventana.

Divertidas hablaban en voz baja, muy baja…

Cuando todas estuvieron juntas se pusieron en ronda

jugando, estaban tan alegres que sus risas resonaban alto.

Comenzaron a formar frases, nuevas frases,

muy diferentes a las que conocían,

de las que hasta ahora habían sido parte.

Entre ellas crearon nuevos sentidos, al combinarse y al moverse.

Recorrieron los espacios entre las plantas, se mezclaron con las hojas doradas.

Sintieron las gotas saltarinas, suspendidas, mágicas.

El aroma de la tierra húmeda con charquitos en todas partes,

y el regalo del agua como caricia.

Sin paraguas ni botas! ¿Cómo se arriesgan? dijeron las palabras mayores.

Ellas también tenían ganas de salir…tal vez la próxima vez…

Las grandes ordenaron y secaron a las pequeñas,

era hora de volver.

De vez en cuando es bueno salir de los lugares conocidos,

buscar la aventura de otros espacios,

animarse a ser parte de otros mundos.

Salir para encontrar vida en todos los gestos.

Otro día volverían a jugar…