El valor de la pregunta.
«Es un proceso tanto de crear, como crecer…»
La pregunta abre grietas en lo conocido, lleva a combinar y a reciclar.
Las respuestas pueden ser múltiples y propone un desafío que impulsa a continuar.
También alienta a potenciar el espacio de trabajo, el juego y el aprendizaje
Es la pregunta que propone estos verbos posibles de ser experiencia cotidiana. La pregunta cómo el proceso de alegría del caminante que se reconoce aprendiente en la experiencia continua de vivir y valentía renovada de intentar.
La pregunta es una puerta que abre hacia:
la curiosidad, la búsqueda de respuestas, la construcción de alternativas
Desde el niño al adulto, el hábito de intentar, de investigar y de volver a empezar, son fuente del deseo; de ir más allá de «lo que se ve», o de lo que aparenta ser.
La pregunta, es mediadora, nos lleva al diálogo y a la experiencia de compartir, de búsqueda y trabajo entre otros, con otros.
Hace pensables los diferentes hechos que vamos viviendo, hace posible pensar desde diferentes perspectivas.
Intervenir en lo que nos sucede, apropiarnos de nuestra oportunidad en el siguiente paso, aprovechar nuestra experiencia y crear la novedad.
Tanto en el juego como en el relato, o en el paseo y la charla; mientras compartimos con nuestro grupo de referencia, todos los momentos de cada día, en todos los tiempos de la vida, son espacios abiertos a seguir conociendo y actuando en nosotros y en el medio.
Detenernos y hablar, proyectar evaluando los caminos más convenientes, permanecer en el camino, no ceder y volver a empezar, es vivir, es tener éxito.
En la búsqueda del equilibrio y del bienestar, podemos restar en lugar de sumar calidad a nuestra vida.
En algún momento nos encontramos diciendo: «quiero estar bien», «quiero saber que me pasa», «no me quiero equivocar», por ejemplo.
¿Qué sucede?
Aceptar nuestra humanidad, y conectar con nuestros procesos emocionales, en ocasiones nos genera huida y resistencia.
¿Por qué?
Porque implica detenernos, buscar en cada día formas nuevas.
Es el esfuerzo de tolerar y trabajar en nuestras contradicciones.
Entre lo que decimos querer y lo que hacemos, o no hacemos para llegar a dichos objetivos.
Es natural que nos cueste dolor y trabajo volver a empezar. Tolerar la tensión del rechazo a nosotros mismos, con reclamos que nos acusan o atacan. O con hostilidad hacia nuestro entorno, como supuestos responsables de nuestros dolores o temores.
Nos vamos a equivocar, y también nos vamos a arrepentir, vamos a renunciar, y vamos a dudar.
En la valentía de seguir creando caminos está la diferencia.
Cómo enfrentamos los desafíos?
¿Cuanto reflexiono y aprendo de mi propia experiencia?
Ponernos en el centro de la cuestión, es tan difícil como necesario.
Así, en el tiempo pueden variar nuestros hábitos y sumar formas de goce, de creación de nuevas oportunidad de otros modos de ser y de vivir.
El consuelo pasajero del olvido en los excesos nos restan energía y salud. Los placeres fugaces suelen aumentar la distancia en nuestra estima y confianza personal.
Decirle sí a nuestra vida, es un pacto cotidiano, ampliemos los vínculos y las palabras.
Busquemos el espacio terapéutico si reconocemos que estamos pasivos, renunciando a nuestras posibilidades.
Es el primer acto de valentía y de respeto hacia nosotros mismos y hacia . nuestras relaciones.
Cuidado, es tan humano aferrarnos a las ideas sobre nosotros mismos, y sobre lo que debería ser, que elegimos vivir en nuestra realidad psíquica, en ese mundo de apariencia segura.
Sumar en nuestra existencia, implica ampliar el registro de lo posible, no se trata de ser otro ni de olvidar, sino de ampliar y enriquecer.