Llegaron noticias de que llegaría una nueva funcionaria a la oficina.
Aquella mañana, tan igual a tantas, la vio pasar por su puerta.
Se quedó inmóvil, taza en mano…
Era ella, la que había pedido!?
¡Qué linda es! ¿Sería un sueño? ¿Sería una ilusión?
Intento componerse, salir a recibirla, explicarle su rango y funciones.
Mientras se perdía en aquel par de ojos grandes, oscuros, bellos.
No cabía en el entusiasmo, decía una cosa y pensaba en otra, está claro.
En invitarla a pasear, cuando salieran del trabajo, en tomarla de la mano, en qué rico aroma
el de su perfume!
Exaltado, feliz, no sabía hacia dónde ir ni qué tarea tenía que resolver.
Eran ya varios los golpes y más de una herida las que aquel corazón había enfrentado.
Aquel sencillo entusiasmo que lo recorría, ese regalo que a sus ojos cansados llegaba en
ese día.
Pasó ese momento, todo se reinició.
La bella compañera nueva, ocupó su lugar, es amable, es eficiente.
Comentó que está feliz con su pareja. Tiene un hijo, y planes de ampliar la familia.
Esas noticias las fue acomodando, las va procesando. A su ritmo, que es alargado, dolido.
En esta ocasión la ventaja es que lo llevó a otro sitio la experiencia, lo llevó a charlar con un
amigo, a salir de sus pensamientos, a dejar la tragedia en soledad. La realidad puede ser
más generosa, puede reservar otros sitios para sumar.