El diálogo en el inicio de la vida, se establece en y desde el intercambio corporal-afectivo con el recién nacido.
Es en la secuencia de los cuidados cotidianos que se da la oportunidad. Así se van descubriendo entre niños y adultos, quienes los rodean, los cuidan y los asisten. La función del adulto en la crianza, está íntimamente ligada a su participación integral, desde su cuerpo hacia el bebé. Donde a cada gesto que realiza lo acompaña de palabras y de sonidos que sirven de referencia para el niño. Esa música, es la vía de encuentro que enlaza y contiene al cachorro humano en sus primeros momentos de vida cuando se encuentra indefenso y necesitado de aquellos brazos que lo salvan y lo cuidan. El ritmo, la intensidad, la organización y el recreo, serán espacios marcados por los tiempos que el grupo familiar decida para el bebé y luego para el niño.
Destacamos que la calidad de la contención, el detenernos en dicho encuentro corporal, será el tejido de un vínculo que veremos reflejado en la dinámica progresiva del intercambio. El niño irá, paso a paso, siendo más activo en la participación de cada momento. Luego se sumarán otros medios, que podrán complementar el espacio de juego, de cuentos, de expresión.
Crear espacios lúdicos, conecta al adulto con sus recursos y aumenta la confianza en la espontaneidad frente al arte de acompañar a crecer. En el proceso de construcción los adultos referentes, van aprendiendo en el hacer. En la entrega a una función novedosa en cada nueva oportunidad.
Cultivar la reflexión y el intercambio, es un camino posible a transformar y aprender.
Se trata de la aventura de un camino que se va armando mientras vamos avanzando