El miedo es una experiencia humana por excelencia. Es el reconocimiento externo de una situación peligrosa de la que tenemos que preservar nuestra vida (protegernos, cuidarnos, ser cautelosos) Esta forma de preservar la vida se va construyendo y se va aprendiendo con el tiempo.
El miedo como impulso natural de preservar la vida es necesario, de lo contrario andaríamos por el mundo exponiéndonos a cualquier cosa. Es por ello que hay que aprender cuales son los riesgos o los límites estructurales que nos ayudan. Con el transcurso del tiempo introyectamos dichos límites y luego somos nosotros quienes pensamos “cuidado que acá está caliente, allá está oscuro” con el objetivo de cuidarnos.
Pero frente a esta reacción natural es importante poder diferenciar entre el límite y el limitante. Que los miedos resulten una reacción de cuidado y no una amenaza que impida vivir nuevas experiencias.
Resulta complejo cuando el miedo ya no responde a esa reacción temerosa o a una situación real externa, sino que responde a algo de nuestra realidad física, a nuestro mundo mental. Eso va condicionando la reacción que la persona tiene y la interpretación que hace de lo que está viviendo, al punto que va generando bloqueo e inhibición de las posibilidades de una persona. Va bloqueando y va reduciendo su mundo. Entonces no es tanto qué posibilidades reales tiene en el mundo y en la realidad compartida, sino en su posición frente al mundo y su manera de verlo.
Hoy día vivimos una realidad donde nos quieren convencer de que hay aspectos esenciales humanos que hay que eliminarlos. Lo que hay que aprender es a manejarlos en cada cual, sino estaríamos eliminando la vida y la forma de preservarla. El miedo es algo que hay que aprender a manejar, a entender. Es una información valiosa ante las experiencias que tenemos día a día.
Como psicóloga pienso que no habría que tener tanto temor a darse en algún momento de la vida, la posibilidad de acceder a un espacio terapéutico; quizás con el objetivo de develar qué hay detrás de ciertos síntomas o miedos específicos “a algo, a alguien”. A medida que la persona va trabajando en transferencia, va encontrándole sentido a las cosas y va construyendo para su futuro. No trabajamos de acuerdo a que el pasado nos determina sino que trabajando en el pasado, es que transformamos el futuro.
En este sentido el espacio terapéutico lejos de ser una amenaza para uno, resulta clave como una forma de crecimiento y un intento de que los miedos no limiten las diversas formas y maneras de vivir.